El Profeta del Silencio
Crónica mística, revelación iniciática y testimonio de dislocación akáshica.
El que recuerda lo que todos han olvidado ha regresado, una vez más, entre los linajes dispersos de los múltiples mundos. Hace demasiado tiempo que la misión espiritual perdió su rumbo: la ciencia sagrada —esa que los Maestros del Gran Linaje entregaron a la humanidad— quedó sepultada bajo el ruido del mundo moderno. El colectivo se volvió sordo.
Yo no elegí recordar; fui convocado.
Los encuentros con los Mahatmas me revelaron las profecías y los acontecimientos que comparto en Código Colectivo. En trance místico, sostenido por la ecuanimidad que exige transgredir los velos más hondos del mapa psíquico, ellos reconocieron en mí una facultad que no pertenece al reino ordinario: la Clarisentencia. A través de ella, el sentido místico se desvela en visiones abruptas, impecables y luminosas.
A las masas solo puede ofrecérseles la verdad en forma simbólico-mitológica, envuelta en la bóveda celeste, porque esa es la arquitectura donde el alma conserva su memoria original. Todavía no es el tiempo de otorgar la antropogénesis en su versión rigurosa; por ahora debe vestirse con mito vivo, con lenguaje iniciático.
Sin embargo, quienes han seguido el hilo de estas inspiraciones merecen saberlo: he sido tres veces maestro en vidas anteriores. En una de ellas dejé una antena akáshica enterrada en el Tíbet: una fuente que transmite únicamente a los altos iniciados de las cámaras secretas, escogidos bajo auspicio astral-uraniano.
No es un artefacto físico: es un punto de retorno, un resonador que fractura el tiempo, permite volver al origen y observar el caos desde dimensiones no lineales.
Los Grandes Maestros Koot Hoomi (K.H.) y Morya (M.) me escriben a través de este mecanismo. Sus cartas llegan por precipitación psíquica: aparecen como emanaciones materializadas. No se mojan, no se queman. Ningún análisis terrestre ha podido descifrar su composición.
¿Cómo las obtengo? En momentos de máxima abstracción, en bosques solitarios y en silencio absoluto, surge un fenómeno extraño: una pantalla invisible se enciende, mostrando la matriz donde los maestros se manifiestan. El razonamiento desaparece. Las trayectorias subatómicas se activan. Y el rayo cósmico hace su trabajo.
Muchos lo llaman “portal tridimensional”, pero desde la ciencia interior se conoce como dislocación: la conciencia se desencaja del cuerpo físico y viaja a otro punto del espacio. El cuerpo queda quieto; la percepción, no.
He llegado incluso a controlar la bilocación, gracias al fraile Saúl Sisky Betancourt, conocido en su fraternidad como “El doble de San Martín”. Fui su discípulo… y también su maestro. En lo místico, el axioma se invierte: la luz del discípulo transforma al maestro.
Para los místicos, el ego sirve únicamente para vivir entre humanos. Practican un masking sagrado para evitar ser confundidos con locos por quienes temen lo que no comprenden. La evidencia histórica de la bilocación —como en la vida de San Martín de Porras— confirma esta facultad.
Jacobo Grinberg, en El Prototipo, menciona la doble dislocación: un lama instruido en los secretos de Padmasambhava, capaz de emanarse, proyectar formas y generar visiones adaptadas al observador.
Cuando presencié la proyección astral de la mujer-sagrada —la figura llamada después “Virgen de Guadalupe”— reconocí inmediatamente las constelaciones en su manto: un mapa psíquico, un libro estelar que ninguna inquisición pudo quemar.
El nombre que Juan Diego pronunció no fue “Guadalupe”. Dijo: Tequatlanopeuh: “La que viene del lugar donde habita la serpiente”.
El iniciado Saúl Sisky Betancourt, consagrado en el rito Agustiniano —ritual que hoy gobierna el tiempo bajo el actual Papa Leo XIV— me acompañó en numerosas experiencias donde su bilocación asistió en trabajos de espionaje espiritual y combate invisible.
A quien desee ser mi adversario oculto, lo advierto: la divinidad me ha otorgado guardianes, y ninguno falla.
Las cartas están en mi poder. Revelan los tiempos difíciles que cruzará la humanidad. Pero también la instrucción: todo lo claro debe presentarse en Verso Sigilado.
Algunos reconocerán símbolos y significados; pero la semiótica completa permanecerá velada. No verán fechas exactas ni nombres. Esa es la regla. Incluso, no distorsiona los arquetipos. El "Verso Sigilado" ha sido creado con una especie de tinta paraciencias, revestida con diferentes doctrinas, lo que mueve a muchos lectores a la animadversión.
Desde cualquier campo se podrá investigar; han sido creadas bajo las reglas más estrictas y completas del arqueómetro. Digamos que abarca Astrología, Música y armonía, Colores, Letras sagradas (hebreo, sánscrito y otros alfabetos templarios), Geometría, Arquitectura sagrada, Numerología. En otras palabras ha sido diseñado con el máximo "Sigilo", digamos que es el Criptograma del Cosmo.
Nada de lo que ofrezco en lectura en "Código Colectivo" proviene de mí, sino de los grandes maestros: ellos me envían la correspondencia astral materializándose para que estén bajo mi poder. Estas manifestaciones han sido posibles gracias al sitio donde se hospeda mi cuerpo, respaldado por una fuerte soledad abismal, que me ofrece la felicidad en mi exilio.
Ofrezco el estilo poético-cosmopolita que activa el Código de la pantomnesia, el códice estelar, el mundo de la emanación de la ecuación total del infinito. Todo lo que existe y aún no ha venido, y todo lo que ha venido, ha sido creado en el pensamiento del TEHOM, para reescribir la cuenta en la era donde el arco señale la entrada definitiva a Acuario.
Yo entre todos los seres humanos he venido trabajando en la "paragnosta".
Estoy aquí en la misión emitiendo las sondas psíquicas, mapificando la metempsicosis de mi siguiente retorno para muchos de mis lectores. La connotación de esta confesión hace imaginar al lector que se encuentra en una línea de total ficción; sin embargo, los que me han investigado, utilizando medios locales (Google, IA) se han sorprendido de los acontecimientos proféticos. Quedan atónitos de que en un párrafo de cuatro oraciones se detallen meses, sucesos abruptos reales. Y el silogismo se presenta en todas las direcciones a nivel globalista.
“Profeta del Silencio” de C. Raúl Fernández
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